La Sociedad de Artesanos de Cangas del Narcea concede la Medalla de Oro 2013 a la peña Barriga Hubiera con motivo de su 50º aniversario y en reconocimiento al apoyo prestado a lo largo de todos estos años para el disparo de la centenaria Descarga en honor a la Virgen del Carmen.
El acto de entrega de la medalla de oro tuvo lugar, como viene siendo habitual todos los años, el pasado 7 de julio, primer día de novenas a la carmelitana de Ambasaguas.
DISCURSO DE ENTREGA DE LA MEDALLA DE ORO
Aunque es cierto que Artesanos es mucho más que la suma de las peñas, no lo es menos que éstas siempre han sido un apoyo imprescindible para la Sociedad. Y cuando como es el caso de Barriga Hubiera, ya han trabajado cinco décadas a nuestro lado, pasan a formar parte de la familia y no hace falta pedirles ayuda porque corren a prestarla en cuanto sienten que hace falta.
Desde el mismo momento de su fundación, hace medio siglo, los componentes de Barriga Hubiera han tenido claro que El Carmen y La Descarga no es algo que te dan hecho para que disfrutes sino algo en lo que se disfruta mucho más cuando arrimas el hombro y contribuyes a hacerlo. Por eso, cuando al mundo de la pólvora canguesa le llegó también el momento de su Transición, la Peña Barriga Hubiera estuvo allí, implicada con todo el corazón, comprometida sin fisuras con una labor de modernización que, sin dejar de lado las tradiciones, permitiera a La Descarga y a las fiestas crecer par llegar hasta lo más alto.
Desde entonces, sea desde el Prao del Molín o desde el Cascarín, sea el 16 de Julio o el 16 de enero, siempre han estado con nosotros, contribuyendo a que las cosas fuesen cada año mejores. Y, aunque el inventario de sus méritos sería demasiado prolijo para enumerarlo aquí, el de haber inculcado en varias generaciones sucesivas el amor por la Sociedad de Artesanos y por la Descarga no puedo dejar de resaltarlo.
En cuanto historias y anécdotas, ha caído hace poco en mis manos un artículo de hace treinta años que habla de ellas. Pero creo que será mejor que sea su autor el que nos lo lea. (..)
En junio de 1.983 escribí en La Maniega un artículo que, con motivo de las bodas de oro de la pólvora de la Peña Barriga Hubiera y la concesión de la Medalla de Oro de Artesanos, quiero rescatar para que los que ahora se mueven en torno a los treinta años conozcan como eran entonces sus padres, como éramos. Todos ellos marcaron en aquel entonces una época fundamental haciendo resurgir peñas y fiestas en un especial momento. Ahora, no ya sus hijos, sino sus nietos, nuestros nietos están tomando el relevo.
GUERRILLEROS DEL CASCARÍN
“Es 15 de julio y el sol aprieta de lo lindo. Son las cinco de la tarde. Apenas hace tres horas de haber llegado de Madrid en busca del ambiente festero subo por la cuesta del Cascarín renegando del tabaco y haciendo promesas de dejarlo, una vez más en cuanto la ocasión fuese propicia.
Sentado a la puerta de su casa, José, más cariñosamente conocido como Popó, le daba al porro tabaqueril resguardado a la sombra del alero.
-Anda, reimpusa, que tou nos íes llano. Ya esu que ya ta to asfaltao, sino dibas a enterarte, me dijo a modo de cariñoso saludo.
-Demontres con la cuesta- digo mientras me siento a recuperar el resuello-
-Trabaja algo que endispués bien que vas a fartucarte. ¡Qué! ¿Sabes si hay fartura arriba? inquirió curioso.
-Supongo que como todos los años
-Mangantes ye lo que hay, mucho mangante
-Oye Popó ¿Es verdad que alguna noche subes esta cuesta con una piedra a la espalda para equilibrar el rezume del mondongo?
-Tou mentiras, mentiras ya calumnias. Eso son cuentiquinos de Noé ya Pertierra que no tien mejor cosa que facer. ¡Ba, ba, ba! Las luces, las luces de la Calle La Fuente iés lo que fai que arreglar ya no tanta tontería ya pendejada. Además, yo no me meto con nadie y subo ya baixo como me parece.
-Bueno hombre, no te pongas así. Voy a terminar de subir hasta donde están montando las máquinas.
Una vez arriba, y despues de aguantar los primeros bocinazos de Tahoces, me siento junto a Caniecho que enarbola hacia el cielo una tremenda bota de vino a la que abraza con fruición mientras el rojo elemento produce un extraño gorgoteo sobre su garganta. Alzo el tiento con él mientras a mi alrededor se acrecienta el trajín de voces, tacos y algo más que tacos. Pacuti parece un general (pequeño, eso sí) con mando en plaza.
-¡Peña!, ¡que no te enteras!, esos voladores son para la máquina del camino
-Serán para La Madalena, ¡bodoque!, ¿tas ya fartu o qué?, respondió aquel con cara de pocos amigos.
¿Donde está el pelgar de Quevedo?
-Arreo con Nel y saparecieron. Tarán dándole al trinqui en penitencia por sus muchos pecados.
Avello coloca los barrenos en inverosímil y quijotesca postura sobre la pronunciada pendiente. Es el único que llega sin escalera. Abajo, el Narcea discurre cantarín buscando el semipartido puente y al Luiña. De cuando en cuando, de aquí y de allá surge un imperial en zumbante subida. El valle transforma en cientos su estampido.
De pronto, el campanín de Entrambasaguas se lanza en sonoros repiques sobre tejados y prados llamando a la Novena.
-Daile, daile fuego, grita Peña ¡Este condenau campanín ponme los pelos ya los nervios de punta!
Y de aquí y de allí surgen runflando voladores a poner bronco contrapunto a los agudos sones del revolvín de la ermita. Algo pasa dentro de cada uno difícil de explicar ¿Qué tendra para los cangueses el campanín de Entrambasaguas?
Aparece Pin Rengos y marchamos en busca de Nel y Quevedo. Va a tiro fijo y sin dudar. Allí cerca de nosotros, Segura (la vieja) cose la bandera de la peña bastante deteriorada de aguas y soles.
Un pelín más alla´entramos en una casa pequeña, una casa como casi todas las del Cascarín, limpia, blanca, cuidada.
-Hasta la cocina grita una bronca voz
Entramos en ella. Esta pintada de un fuerte azul y una larga mesa atiborrada de vasos, copas, tazas de café, dulces y demás etcéteras propios de la fecha da fe de la rumba habida.
Allí se encuentran los fugados del trabajo del montaje de las máquinas: Nel Cuesta, Quevedo, Falo y Francis. Pin y yo nos unimos al grupo. Se nos ofrece café y aceptamos: Los peñistas se sienten como en casa. Entre café y café le arrean tremendos lingotazos a una botella de ginebra y pullas sin cuento al Seguro y la Segura, anfitriones de la bullanguera partida. Sherpa, 30º, reza la etiqueta ginebril. me apunto al coñac. Nel, Quevedo y Falo parecen tres guerrilleros surgidos de algún país de la caliente Hispanoamérica.
Las camisas azules con el distintivo de la peña se encuentran sucias y arrugadas por trajín, el sudor y el tintorro de las botas. Barbas a medio rapar y pelos crespos. Al cuello, para completar la imagen, unas largas mechas usadas les dan aspecto de furibundos dinamiteros.
-¡Segura! danos otra ginebra que hay una sede del demonio.
Fuera siguen estamplando con alternancia los voladores mientras el sol inicia su retirada. La “sede” de estos muchachos debe de ser de siglos. ¡Me río yo de los camellos! Son capaces de licuar cualquier solido y hacerlo “bebestible”.
Llaman desde las máquinas. Se echa enciam la noche y se necesita ayuda. Estallan las palabras emulando voladores, sonoras, rotundas. Por allí pasan los mejores y más sonoros tacos del decir castellano y asturiano. Se permite todo y todo a bien es tomado.
La peña, la amistad, Cangas, el Carmen… estos conceptos está por encima de todos los dichos y dicharachos propios de la jarana y la bullanga.
Con gran dolor de su corazón, y más aún de sus estómagos, se dirigen a colocar voladores. Se aproxima la hora cero y entonces todos serán dinamiteros. Los de Barriga Hubiera y los del Arbolín, los de la Amistad y los de la Alpargata. Dinamiteros de la paz y la alegría de un Cangas en fiestas.
-Pacuti, coloca tu los barrenos que Avello no llega
-Que los ponga tu p… madre
Barriga Hubiera. Han pasado treinta años
Por todas esas cosas, es un placer para la Sociedad de Artesanos Nuestra Señora del Carmen entregar esta Medalla de Oro 2013 a nuestros amigos de la Peña Barriga Hubiera, y decirles que estos 50 años nos han sabido a poco y que esperamos verles aquí en su centenario.
Sin respuestas